Rincón Navideño

¡Gracias!

Todos los que componemos esta gran familia que es Enalba queremos daros las gracias a todos los padres. Gracias por el apoyo que hemos recibido por vuestra parte durante estos difíciles meses.

Este año (y seguro que parte del que viene), todos hemos sido puestos a prueba. Qué lejos queda ese 13 de marzo en que tuvimos que quedarnos en casa y no salir más que para lo estrictamente necesario. Iban a ser 15 días. Y luego fueron otros 15, y otros 15... Se hicieron habituales conceptos como el teletrabajo, los temibles ERTEs, las colas en los supermercados... Vuestras hijas los siete días en casa y no por vacaciones; estudiando y a veces recibiendo las clases conectadas a una pantalla. Y hemos aprendido a vivir así.

Salíamos a la ventana a las 20:00 a aplaudir, todos los días, a los héroes de la sanidad. Luego – en ocasiones – a hacer sonar las caceroladas como protesta. Y también nos acostumbramos a esa rutina.

Pero hoy queremos daros las gracias porque desde Enalba hemos sentido vuestro apoyo en todo este tiempo. Escribimos estas líneas antes del día 11, fecha en la que tendremos el brindis familiar (como este año no podremos tener nuestra entrañable cena de padres, aprovecharemos ese día para felicitaros la Navidad). Seguramente ese día os daremos las gracias por todo, pero queremos que quede constancia por escrito.

Habéis sido unos padres ejemplares, en el sentido de que os habéis sabido adaptar a todas las circunstancias en que hemos tenido las actividades. Primero online, luego en “grupos burbuja”, otros días en el exterior; luego otra vez en burbujas y más tarde de nuevo online… y vosotros, con paciencia, pendientes de meter las galletas en el horno o de dar a vuestra hija unas tijeras que cortasen bien la cartulina.

GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS por vuestra paciencia, pero sobre todo por el apoyo y cariño que nos habéis demostrado. Se oye por ahí que “este virus lo paramos entre todos”. Desde luego, si en ese “todos” están metidos los padres de Enalba, no nos cabe ninguna duda: nada ni nadie se nos pondrá por delante.


Cine en familia

Se armó el Belén

Dirección: Timothy Reckart.
País: Estados Unidos.
Año: 2017.
Duración: 86 min.
Género: Animación.

Sinopsis: Bo es un burrito pequeño, pero valiente, que anhela una vida más allá de su rutina diaria en el molino del pueblo. Un día reúne el coraje necesario para cumplir la aventura de sus sueños. En su viaje conocerá a Ruth, una adorable oveja que ha perdido su rebaño, y a Dave, una paloma con grandes aspiraciones. Durante su camino, en el que siguen una Estrella muy especial, encontrarán además a tres camellos y a otros excéntricos animales. Todos ellos se convertirán en los héroes no reconocidos de la primera Navidad.


Reescribir las estrellas

D. Alvaro Mira

Aquellos veranos estudiando filosofía en el centro de la dura meseta castellana. Veníamos desde distintas ciudades. Alumnos de 1º o 2º de carrera en un colegio que, de julio a septiembre, se transformaba en una universidad para jóvenes.

Aquellas clases daban la oportunidad a que, profesores con años en las aulas, desembalasen la experiencia de su vida. En una de esas tardes soñolientas, como si el paisaje y las circunstancias no importasen, un viejo maestro habló de mirar las estrellas. “Quien no se haya detenido a mirar las estrellas, a considerar qué hermoso es el mundo, qué misterio la persona y su alma; quien no haya considerado las maravillas de los mares y las montañas, la nieve y los acantilados; la pequeñez -y la grandeza- de nuestra existencia… quien no se haya atrevido a hacerlo, desconoce el sabor de ser hombre”. Y algunos, tímidamente, se quedaban por la noche a mirar el cielo, pretendiendo no ser vistos por nadie.

Tiene algo de hechizo contemplar el firmamento, especialmente en la oscuridad; tiene algo de inmensidad sobrecogedora. Cada vez que parece que el horizonte se cierra, o que se empequeñece por las dificultades y tristezas que la vida lleva consigo, aflora el recuerdo de esas lecciones de filosofía.

Aquella otra noche, quizá José se asomaría, gozoso, después de despedir a los pastores y dejar al Niño dormido en brazos de su Madre, para contemplar las estrellas unos instantes. Mientras descansaban, él repasaría en su alma los acontecimientos de esos días. El censo y el viaje, los saludos por el camino, el misterio en su esposa, los caminos polvorientos y fríos de subida a Belén, aquellos niños de la aldea que se quedaron prendados de María… Y, casi de golpe, los hombres de los parajes cercanos, los ángeles, y esa claridad abundante.

Probablemente en esa época existía -en ámbitos de cultura no hebrea y en ambientes lejanos de Dios- el pensamiento de que la vida y el destino de los hombres venían marcados por los astros. No había espacio para la libertad; o, al menos, para desencadenarse de esos pesos que arrastra el hombre por su culpa. Y, sin embargo, en aquellos instantes, se estaba reescribiendo el destino de la Humanidad por completo. Cambiaba la trayectoria de la Creación y del firmamento. Se abría la posibilidad para que cambiase el rumbo de cada vida.

Aquella noche, José era el hombre más alegre que se pueda imaginar. Tenía por esposa a la mujer más hermosa. Y el Hijo que acababa de nacer era el mismo Dios. Su corazón batía fuerte porque todo lo que creía se veía ahora confirmado incluso por otras criaturas del cielo. Y aquel recién nacido a quien besaba con devoción, era en realidad el centro del Universo y de la Historia.

José se había acostumbrado a elevar la mirada. Más allá de lo que humanamente pudiera esperar, había aprendido a mirar al Altísimo, poniendo su vida entera, su corazón joven y noble, en manos de Dios. Como sucede siempre que dejamos que sea el Señor quien disponga de nuestra historia personal: los horizontes se amplían y se dirigen de nuevo al cielo.

“El nombre de José significa, en hebreo, Dios añadirá. Dios añade, a la vida […] de los que cumplen su voluntad, dimensiones insospechadas: lo importante, lo que da su valor a todo, lo divino. Dios, a la vida humilde y santa de José, añadió —si se me permite hablar así— la vida de la Virgen María y la de Jesús, Señor Nuestro. Dios no se deja nunca ganar en generosidad” [1].

A nuestra vida también añade Dios, aunque no siempre nos lo parezca. De hecho, ya ha añadido lo más importante: ahora, como entonces, el mundo y las estrellas giran alrededor del pesebre. Todo se reescribe a partir de ese instante. No hay esperanza más real y más grande para nosotros. “José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia” [2] , como afirma el Papa. En Nochebuena miramos al pesebre y también al cielo, con la seguridad de que no pasará nada que no quede en sus manos.

Qué amable es la figura de José. Cuántas veces lo vemos, discretamente en el belén de casa. Allí permanece firme, custodiando los tesoros de su vida: Jesús y María. Casi se puede decir que es capaz de fijar los ojos en los dos a la vez. Cuando miraba a la Virgen, Ella le ayudaba a poner su mirada y su alma en el Niño, que es lo mismo que mirar más allá, más alto, al Cielo. Así ocurre en cada familia, porque la madre es reflejo de María: ella con dulzura y serenidad conduce a todos a contemplar el misterio. Es su corazón, que anda pendiente de cada una y de cada uno, el centro para los demás. Y si en él está -como para la Virgen María- el Hijo de Dios, todos aprenden a dirigirse y a querer a Jesús.

Aquella noche, José miraba las estrellas y, sobre todo, al Niño. Como lo fue la primera, tal vez más que nunca en nuestras vidas, será ésta la Navidad en que no nos cansemos de mirar las estrellas, cada uno desde su ventana. Contemplando una pequeña porción del cielo… con la seguridad de que el Señor conoce, porque para eso se ha encarnado, los entresijos de nuestra frágil condición, y no nos abandona. Con la seguridad de que cambia el rumbo de las estrellas y, si lo queremos, de nuestros corazones. Miraremos también allí dentro, para descubrir la presencia del mismo Dios, y la de tantas personas a las que amamos y que estarán lejos. Pero que también brillan.

Y permitiremos que cambie nuestro rumbo, llenándolo de esperanza para siempre.

[1] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 40.
[2] Papa Francisco, Carta apostólica Patris Corde, 8-XII-2020 (con motivo de los 150 años de la declaración de S. José Patrono de la Iglesia Universal).


Rincón de lectura

Aquitania

Autor: Eva GARCÍA SÁENZ DE URTURI
Editorial: Planeta. Barcelona, 2019
Páginas: 416
Género: Novela histórica.
Público: General

Premio Planeta 2020. Narra una parte de la vida de Leonor de Aquitania, mujer del siglo XII, que fue reina de Francia, después Reina de Inglaterra, madre de Ricardo Corazón de León y de Juan Sin Tierra. El periodo en que tiene lugar esta novela son los años entre 1137 y 1147, cuando su padre muere inesperadamente durante una peregrinación a Compostela, ella recibe el ducado de Aquitania, y se casa con el hijo del rey de Francia. En la misma noche de bodas recibe la noticia de la muerte del rey y de la próxima coronación de su marido.

El premio Planeta es sin duda el premio comercial literario más conocido en los países de habla castellana, y el mejor dotado económicamente de la literatura mundial, sólo superado por el Nobel de la misma categoría. Se otorga a la mejor novela inédita. No obstante, no suele ser sinónimo de la mejor literatura: sobre este premio planean, año a año, sospechas de falta de credibilidad, sobre todo desde que algunos escritores (como Delibes o Sábato) acusaron a la editorial de haberles ofrecido ganar el concurso si se presentaban. De hecho, es frecuente que reciban el premio, o bien escritores ya consagrados, o bien personajes conocidos que se adentran en el mundo de la literatura.

Por eso, espero que nadie me critique por lo que voy a decir. Reconozco que me acerco a los premios Planeta con cierto escepticismo; prefiero no hacerme ilusiones sobre lo que me voy a encontrar. Y también, vaya por delante en este caso, me alegro mucho cuando encuentro una novela que merezca la pena, como la que ostenta el título de este año 2020.

Eva García Sáenz de Urturi (Vitoria, 1972) es una escritora, especialmente conocida por La saga de los longevos, novela a medio camino entre la realidad y la fantasía. Reconozco que esa novela, en su día, fue para mí todo un hallazgo. Continúa su aproximación a la historia y a la mitología con la trilogía de La ciudad blanca. Se consagra en el género de la historia con Pasaje a Tahití… En definitiva, es una escritora conocida y consagrada. Aquitania es su novela número 24.

Leonor de Aquitania es uno de los personajes femeninos con más carácter y fuerza de la Edad Media. Reina de Francia, Reina de Inglaterra, Condesa de Aquitania, esposa y madre de reyes, Regente ella misma de Inglaterra durante la estancia de su hijo Ricardo Corazón de León en las Cruzadas… Los más clásicos recordamos a la reina por la magnífica película El león en invierno, con una Katherine Hepburn deslumbrante en el papel de Leonor, ya envejecida. Pues la novela está protagonizada por el mismo personaje, fuerte e indomable, pero en un periodo muy anterior, entre sus 15 y 25 años aproximadamente. La sinopsis de la novela y su comienzo, me desanimó: pinta un relato que vendía cargado de violencia, física y psicológica. No es así: hay situaciones desagradables, porque en la Edad Media no existía ni la educación ni el respeto por las personas que siglo a siglo vamos aprendiendo, pero la novela se deja leer. La escritora ha profundizado en el conocimiento del personaje y las circunstancias de la época (al final del libro presenta una bibliografía bastante completa, que comienza con la biografía que escribió Régine Pernoud), lo que se aprecia en los detalles de cada párrafo. Combina a la perfección los personajes históricos reales, que son la inmensa mayoría, y los ficticios. Como es habitual en la novela histórica, otorga a los personajes reales algunas características que le sirven para desarrollar su argumento. Trata con mucha delicadeza a los protagonistas: esa Leonor que tanto ha sufrido desde su infancia, y ese Luis VII, el Joven, hombre bondadoso que no quería ser rey. La novela avanza a buen ritmo, y toda la trama resulta creíble, que es lo mejor para una novela histórica. Sí, en ocasiones narra hechos de cierta violencia; pero no se recrea en ellos, solo los menciona, lo cual es de agradecer. Es un libro muy bueno, y muy aconsejable para los fans de la novela histórica.

(Colaboración de Javier B.)